Plaza Mayor a las 17.34 un día cualquiera de junio. La gente camina deprisa de una puerta a otra de la plaza, cruzando sus arcos, paseando por sus porches y buscando mesas libres en sus terrazas. Toda ella es movimiento. Color. Calor. Diversidad. Variedad. Parejas, familias, ejecutivos, niños, personas disfrazas intentando alegrar el día a niños y mayores con sus disfraces mientras tratan de ganarse la vida. Camareros, tres chicas en bicicleta. Una despedida de soltero pasada de hora. Nada estático. Nada excepto ella. Sentada abstraída de la vida y el mundo que hay a su alrededor. Inmersa en las páginas de su libro. Se detiene a leer cada letra escrita por el autor. Autor que me gustaría conocer. En mitad de Madrid. Centro turístico. Ella busca una sombra en el centro de la plaza, bajo una farola, sentada. Ella, su libro y los protagonistas de la historia. Nada más. Nadie más. Hay momentos en el día en los que es necesario abstraerse y evadirse de una Plaza Mayor particular y centrarnos en un mundo paralelo, en otra historia diferente a la nuestra. Es necesario. Desconexión. Abstracción. Leer.
Plaza Mayor, Madrid
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